domingo, 20 de marzo de 2011

EL METODO DIVINO PARA FORMAR PASTORES

Mediante el establecimiento de las escuelas de los profetas, se tomaron medidas adicionales para la educación de la juventud.  Si un joven deseaba escudriñar más profundamente las verdades de la Palabra de Dios, y buscar sabiduría de lo alto, a fin de llegar a ser maestro en Israel, las puertas de estas escuelas estaban abiertas para él.  Las escuelas de los profetas fueron fundadas por Samuel para servir de barrera contra la corrupción generalizada, para cuidar del bienestar moral y espiritual de la juventud, y para fomentar la prosperidad futura de la nación supliéndole hombres capacitados para obrar en el temor de Dios como jefes y consejeros. En la época de Samuel había dos de estas escuelas: una en Rama, donde vivía el profeta, y la otra en Kiriat-jearim, donde estaba el arca en aquel entonces.  Se establecieron otras en tiempos ulteriores. Los alumnos de estas escuelas se sostenían cultivando la tierra o dedicándose a algún trabajo manual.  En Israel esto no era considerado extraño ni degradante; más bien se consideraba un crimen permitir que los niños crecieran sin que se les enseñara algún trabajo útil.  Por orden divina, a todo niño se le enseñaba un oficio, aun en el caso de tener que ser educado para el servicio sagrado.  Muchos de los maestros religiosos se sostenían por el trabajo de sus manos.  Aun en el tiempo de los apóstoles, Pablo y Aquila no veían menoscabado su honor porque se ganaban la vida ejerciendo su oficio de tejedores de tiendas.
Las asignaturas principales de estudio en estas escuelas eran la ley de Dios, con las instrucciones dadas a Moisés, la historia sagrada, la música sagrada y la poesía.  Los métodos de enseñanza eran distintos de los que se usan en los seminarios teológicos actuales, en los que muchos estudiantes se gradúan teniendo menos conocimiento de Dios y de la verdad religiosa que cuando entraron.  En las escuelas de antaño, el gran propósito de todo estudio era aprender la voluntad de Dios y la obligación del hombre hacia él.  En los anales de la historia sagrada, se seguían los pasos de Jehová.  Se recalcaban las grandes verdades presentadas por los símbolos o figuras y la fe trababa del objeto central de todo aquel sistema: el Cordero de Dios que había de quitar el pecado del mundo. Se fomentaba un espíritu de devoción.  No solamente se les decía a los estudiantes que debían orar, sino que se les enseñaba a orar, a aproximarse a su Creador, a ejercer fe en él, a comprender y obedecer las enseñanzas de su Espíritu.  

(Patrircas y Profetas p 643) White


En su pureza y sencillez, las iglesias valdenses se asemejaban a la iglesia de los tiempos apostólicos. Rechazaban la supremacía de papas y prelados, y consideraban la Biblia como única autoridad suprema e infalible. En contraste con el modo de ser de los orgullosos sacerdotes de Roma, sus pastores seguían el ejemplo de su Maestro que "no vino para ser servido, sino para servir." Apacentaban el rebaño del Señor conduciéndolo por verdes pastos y a las fuentes de agua de vida de su santa Palabra. Alejado de los monumentos, de la pompa y de la vanidad de los hombres, el pueblo se reunía, no en soberbios templos ni en suntuosas catedrales, sino a la sombra de los montes, en los valles de los Alpes, o en tiempo de peligro en sitios peñascosos semejantes a fortalezas, para escuchar las palabras de verdad de labios de los siervos de Cristo. Los pastores no sólo predicaban el Evangelio, sino que visitaban a los enfermos, catequizaban a los niños, amonestaban a los que andaban extraviados y trabajaban para resolver las disputas y promover la armonía y el amor fraternal. En tiempo de paz eran sostenidos por las ofrendas voluntarias del pueblo; pero a imitación de San Pablo que hacía tiendas, todos aprendían algún oficio o profesión con que sostenerse en caso necesario.
(Conflicto de los Siglos cap 4) White