domingo, 17 de julio de 2011

Si, Soy Adventista

Si usted cree que ser adventista es creer en el advenimiento de Jesús, SI, SOY Adventista.

Si usted cree que ser adventista es enseñar que la ley de Dios está en vigencia, sobre todo el sábado, SI SOY Adventista.

Si usted cree que ser adventista es procurar vivir el mensaje de salud, SI, SOY Adventista

Si usted cree que ser adventista es predicar y vivir el mensaje de educación, SI, SOY Adventista.

Si usted cree que ser adventista es defender los marcos, o hitos que nuestros pioneros enseñaron, SI, SOY Adventista.

Pero...

Si usted cree que ser adventista es ser miembro de la Institución Adventista, NO, NO SOY Adventista.

Si usted cree que ser adventista es creer en la Trinidad, que es un dogma de la Institución Adventista, NO, NO SOY Adventista.

Si usted cree que ser adventista es creer en la Iglesia Adventista, sea en que sea, NO, NO SOY Adventista

Si usted cree que ser adventista es cerrar los ojos a los pecados de la Institución Adventista, NO, NO SOY Adventista

Si usted cree que ser adventista es participar de los cultos y programaciones de la Institución Adventista, mismo cuando estos claramente son ofrecidos a Baal, NO, NO SOY Adventista.

Una pregunta muy parecida, también lo hizo la samaritana (católica) a Jesús, cuando dijo:

Nuestros padres (Católicos) adoraran en este monte (Iglesia). Todavía, ustedes (Adventistas) dicen que es en Jerusalén (en la Iglesia Adventista) que se debe adorar.

Hermano, ¿cuál fue la respuesta de Jesús?

Dijo Jesús: Mujer, puedes creerme que la hora viene, cuando ni en este monte (Iglesia Católica), ni en Jerusalén (Iglesia Adventista) adorareis el Padre... Pero, viene la hora y ya llegó, en que los verdaderos adoradores adorarán al Padre en espíritu y en verdad.

Jesús dejo claro que llegaría un día (y ya llego) que no se adoraría EL PADRE ni en la iglesia Católica ni en la Iglesia Adventista. ¿Y cuando sería esto? En la época del sexto marido (Papa) de una mujer prostituta (Iglesia Católica).
¿Quién es el sexto? Juan Pablo II, o Yoanes Pavlvus Secundo (cuyas cifras en latín suman 666, "el número de su nombre" según Apoc. 13:18). En la época de su reinado, la iglesia Adventista ya no más adoraría al Padre.

Pero... ¿cuando la Iglesia Adventista acepto la Trinidad de hecho? En la Asamblea de Dallas (año  1980). ¿Quién estaba reinando en este año? Juan Pablo Segundo, el sexto marido de la Iglesia caída.

Jesús demostró que en este tiempo, los adoradores adorarían AL PADRE (no a una trinidad) y que estos lo harían en espíritu y en verdad. NO se trata de una Institución o local, pero si, del corazón.

                     Así creo.



miércoles, 13 de julio de 2011

¿QUIÉN PUEDE CONOCER A DIOS?

Muchos se han hecho esta pregunta durante muchos años, y tiene una respuesta, que tendrá su cumplimiento en nosotros, siempre y cuando estemos dispuestos a dejarlo todo y poner nuestros miembros al servicio de nuestro Dios. El está más que dispuesto a revelarnos sus misterios, los que sean indispensables para nuestra salvación.
"Las cosas secretas pertenecen a Jehová nuestro Dios; mas las reveladas son para nosotros y para nuestros hijos para siempre, para que cumplamos todas las palabras de esta ley."  (Deuteronomio 29:29)

"Descubrirás tú los secretos de Dios? ¿Llegarás tú a la perfección del Todopoderoso?"  (Job 11: 7)

"Dios se ha revelado en su Hijo, que es el resplandor de su gloria y la expresa imagen de su persona.  Si deseamos un conocimiento de Dios, debemos ser como Cristo... El vivir una vida pura por fe en Cristo como el Salvador personal, llevará al creyente a un concepto más claro y elevado de Dios... La vida eterna es la recompensa que será dada a todos los que obedecen los dos grandes Principios de la ley de Dios: el amor a Dios y al hombre... La obediencia a estos mandamientos es la única evidencia en el hombre de que posee un conocimiento genuino y salvador de Dios.  El amor a Dios se demuestra por el amor a aquellos por quienes murió Cristo.
Las cualidades esenciales para conocer a Dios son las que señalan la plenitud del carácter de Cristo: su amor, su paciencia, su desinterés.  Esos atributos se cultivan realizando actos bondadosos con un corazón bondadoso (Youth's Instructor, 22-3-1900). 
Cristo, el Verbo, el Unigénito de Dios, era uno solo con  el Padre eterno; uno solo en naturaleza, en carácter y propósitos; era el único ser que podía penetrar en todos los designios y fines de Dios (Juan 1:1-3).  "Y llamaráse su nombre Admirable, Consejero, Dios fuerte, Padre eterno, Príncipe de Paz" (Isa. 9: 6).  "Y sus salidas son desde el Principio, desde los días del siglo" (Miq. 5: 2). Y Hijo de Dios, hablando de sí mismo, declara: "Jehová me poseía en el principio de su camino, ya de antiguo, antes de sus obras. Eternalmente tuve el principado... Cuando establecía los fundamentos de la tierra; con él estaba yo ordenándolo todo; y fui su delicia todos los días, teniendo solaz delante de él en todo tiempo"  (Prov. 8: 22-30).
Hay luz y gloria en la verdad de que Cristo era uno con el Padre antes de la fundación del mundo (Miqueas 5:2)...
Esta verdad... explica otras verdades igualmente misteriosas (Review and Herald, 5-4-1906).

"A quienes Dios quiso dar a conocer las riquezas de la gloria de este misterio entre los gentiles; que es Cristo en vosotros, la esperanza de gloria."  (Col. 1: 27) 

Hay muchos misterios en la Palabra de Dios que no comprendemos, y muchos nos contentamos deteniendo nuestra investigación cuando tan sólo hemos comenzado a recibir algo de conocimiento concerniente a Cristo.  Cuando comienzan a desplegarse un poco ante la mente los propósitos divinos y comenzamos a obtener un leve conocimiento del carácter de Dios, quedamos satisfechos y pensamos que hemos recibido aproximadamente toda la luz que hay para nosotros en la palabra de Dios. Pero la verdad de Dios es infinita... Jesús fue bien claro cuando dijo a sus discípulos "escudriñad las Escrituras" (Juan 5: 39).  Escudriñar significa comparar texto con texto y cosas espirituales con cosas espirituales.  No debiéramos satisfacernos con un conocimiento superficial (Review and Herald, 4-6-1889).
No comprendemos ni la mitad de lo que Dios está dispuesto a hacer por su pueblo... Nuestras peticiones, mezclados con fe y contrición, debieran ascender a Dios en procura de un entendimiento de los misterios que Dios quiere hacer conocer a sus santos...
El espíritu de Dios descansará sobre el diligente escudriñador de la verdad.  El que desee la verdad en su corazón, que anhele la obra de su poder en la vida y el carácter, ciertamente la tendrá (Ibid).

¿Dedicaremos más de nuestro tiempo valioso para el estudio y la comprensión profunda de la naturaleza humana-divina del Hijo de Dios? En ella está el camino hacia la salvación y constituye la verdad sobre la JUSTIFICACIÓN POR LA FE.

lunes, 11 de julio de 2011

Ninguna escuela era adecuada

Había una gran obra designada para el profeta Juan, pero no había ninguna escuela en la tierra a la cual pudiera asistir. Debía adquirir su conocimiento lejos de las ciudades, en el desierto.  Las Escrituras del Antiguo Testamento, Dios y la naturaleza que él había creado debían ser sus libros de estudio.  Dios estaba capacitando a Juan para su obra de preparar el camino del Señor.  Su alimento era simplemente langostas y miel silvestre.  Las costumbres y las prácticas de los hombres no debían ser la educación de este hombre.  La preocupación por lo mundano no debía afectar en nada la formación de su carácter (MS 131, 1901).
Juan no se sentía suficientemente fuerte para soportar la gran presión de la tentación que encontraría en la sociedad.  Temía que su carácter fuera modelado de acuerdo con las costumbres que prevalecían entre los judíos, y escogió el desierto como su escuela, en la cual su mente podía ser debidamente educada y disciplinada por el gran libro de Dios: la naturaleza.  En el desierto, Juan podía negarse a sí mismo más fácilmente, dominar su apetito y vestirse de acuerdo con la sencillez natural. Y en el desierto no había nada que desviara su mente de la meditación y la oración.  Satanás tenía acceso a Juan, aun después de que éste cerró todos los caminos que dependían de él y por los cuales Satanás pudiera entrar.  Pero sus hábitos de vida eran tan puros y naturales que podía discernir al enemigo, y tenía fortaleza de espíritu y decisión de carácter para resistirlo.
El libro de la naturaleza estaba abierto ante Juan con su inagotable caudal de variadas instrucciones.  El buscaba el favor de Dios, y el Espíritu Santo descansaba sobre él, y encendió en su corazón un ardiente celo de hacer la gran obra de llamar a la gente al arrepentimiento y a una vida más elevada y más santa. Juan se estaba capacitando mediante las privaciones y las dificultades para disciplinar de tal manera todas sus facultades físicas y mentales, que pudiera sostenerse entre las gentes tan inconmovible frente a las circunstancias como las rocas y montañas del desierto qué lo habían rodeado durante treinta años (2SP 47).
La niñez, juventud y edad viril de Juan -que vino con el espíritu y el poder de Elías para hacer una obra especial de preparar el camino para el Redentor del mundo- se distinguieron por su firmeza y poder moral.  Satanás no pudo moverlo de su integridad (RH 3-3-1874).

miércoles, 6 de julio de 2011

EL PELIGRO DE LA MUNDANALIDAD Y LA SENSUALIDAD (2)

1 Juan 2:15-17
No améis al mundo, ni lo que hay en el mundo.  Si alguno ama al mundo, el amor del Padre no está en él. Porque todo lo que hay en el mundo, los malos deseos de la carne, la codicia de los ojos y la soberbia de la vida, no procede del Padre, sino del mundo.
Y el mundo y sus deseos se pasan.  En cambio, el que hace la voluntad de Dios, permanece para siempre.

Una reforma en la vida es la única prueba segura de un verdadero arrepentimiento. Para toda alma verdaderamente convertida la relación con Dios y con las cosas eternas será el gran tema de la vida. ¿Pero dónde se nota, en las iglesias populares de nuestros días, el espíritu de consagración a Dios? Los conversos no renuncian a su orgullo ni al amor del mundo. No están más dispuestos a negarse a sí mismos, a llevar la cruz y a seguir al manso y humilde Jesús, que antes de su conversión. La religión se ha vuelto objeto de burla de los infieles y escépticos, debido a que tantos de los que la profesan ignoran sus principios. El poder de la piedad ha desaparecido casi enteramente de muchas  de las iglesias. Las comidas campestres, las representaciones teatrales en las iglesias, los bazares, las casas elegantes y la ostentación personal han alejado de Dios los pensamientos de la gente. Tierras y bienes y ocupaciones mundanas llenan el espíritu, mientras que las cosas de interés eterno se consideran apenas dignas de atención.
Dondequiera que los hombres descuiden el testimonio de la Biblia y se alejen de las verdades claras que sirven para probar el alma y que requieren abnegación y desprendimiento del mundo, podemos estar seguros de que Dios no dispensa allí sus bendiciones. Y al aplicar la regla que Cristo mismo dio: "Por sus frutos los conoceréis" (S. Mateo 7: 16), resulta evidente que estos movimientos no son obra del Espíritu de Dios. 
Pedro dice: "Os ruego . . . que os abstengáis de las concupiscencias carnales, las cuales guerrean contra el alma." (1 Pedro 2: 11, V.M.) Toda concesión hecha al pecado tiende a entorpecer las facultades y a destruir el poder de percepción mental y espiritual, de modo que la Palabra o el Espíritu de Dios ya no puedan impresionar sino débilmente el corazón. Pablo escribe a los Corintios: "Limpiémonos de toda inmundicia de carne y de espíritu, perfeccionando la santificación en temor de Dios." (2 Corintios 7: 1.) Y entre los frutos del Espíritu- "amor, gozo, paz, longanimidad, benignidad, 528 bondad, fidelidad, mansedumbre," -clasifica la "templanza." (Gálatas 5: 22, 23, V.M.)
A pesar de estas inspiradas declaraciones, ¡cuántos cristianos de profesión están debilitando sus facultades en la búsqueda de ganancias o en el culto que tributan a la moda; cuántos están envileciendo en su ser la imagen de Dios, con la glotonería, las bebidas espirituosas, los placeres ilícitos! Y la iglesia, en lugar de reprimir el mal, demasiado a menudo lo fomenta, apelando a los apetitos, al amor del lucro y de los placeres para llenar su tesoro, que el amor a Cristo es demasiado débil para colmar. Si Jesús entrase en las iglesias de nuestros días, y viese los festejos y el tráfico impío que se practica en nombre de la religión, ¿no arrojaría acaso a esos profanadores, como arrojó del templo a los cambiadores de moneda?
El mundo está entregado a la sensualidad. "La concupiscencia de la carne, y la concupiscencia de los ojos, y la soberbia de la vida" gobiernan las masas del pueblo. Pero los discípulos de Cristo son llamados a una vida santa. "Salid de en medio de ellos, y apartaos, dice el Señor, y no toquéis lo inmundo." A la luz de la Palabra de Dios, se justifica el aserto de que la santificación que no produce este completo desprendimiento de los deseos y placeres pecaminosos del mundo, no puede ser verdadera.
Por medio de Jesús, los hijos caídos de Adán son hechos "hijos de Dios." "Porque el que santifica y los que son santificados, de uno son todos: por lo cual no se avergüenza de llamarlos hermanos." (Hebreos 2: 11.) La vida del cristiano debe ser una vida de fe, de victoria y de gozo en Dios. "Todo aquel que es engendrado de Dios vence al mundo; y ésta es la victoria que vence al mundo, a saber, nuestra fe." (1 Juan 5: 4, V.M.) Con razón declaró Nehemías, el siervo de Dios: "El gozo de Jehová es vuestra fortaleza." (Nehemías 8: 10.) Y San Pablo dijo: "Gozaos en el Señor siempre: otra vez os digo: Que os gocéis." "Estad siempre gozosos. Orad sin cesar. Dad gracias en todo; porque esta es la voluntad de Dios para con vosotros en Cristo Jesús." (Filipenses 4: 4; 1 Tesalonicenses 5: 16-18.) Tales son los frutos de la conversión y de la santificación según la Biblia; y es porque el mundo cristiano mira con tanta indiferencia los grandes principios de justicia expuestos en la Palabra de Dios, por lo que se ven tan raramente estos frutos. Esta es la razón por la que se ve tan poco de esa obra profunda y duradera del Espíritu de Dios que caracterizaba los reavivamientos en tiempos pasados.
Por medio de la contemplación nos transformamos. Pero como esos sagrados preceptos en los cuales Dios reveló a los hombres su perfección y santidad son tenidos en poco y el espíritu del pueblo se deja atraer por las enseñanzas y teorías humanas, nada tiene de extraño que en consecuencia se vea un enfriamiento de la piedad viva en la iglesia. El Señor dice: "Dejáronme a mí, fuente de agua viva, por cavar para sí cisternas, cisternas rotas que no detienen aguas." (Jeremías 2:13.)
"Bienaventurado el varón que no anduvo en consejo de malos.... Antes en la ley de Jehová está su delicia, y en su ley medita de día y de noche. Y será como el árbol plantado junto a arroyos de aguas, que da su fruto en su tiempo, y su hoja no cae; y todo lo que hace prosperará." (Salmo 1: 1-3.) Sólo en la medida en que la ley de Dios sea repuesta en el lugar que le corresponde habrá un avivamiento de la piedad y fe primitivas entre los que profesan ser su pueblo. "Así dijo Jehová: Paraos en los caminos, y mirad y preguntad por las sendas antiguas, cuál sea el buen camino, y andad por él, y hallaréis descanso para vuestra alma." (Jeremías 6: 16.) 
CS p 514-532